martes, 29 de enero de 2008

Y mientras el sol se muere


-Y qué alma extraña la que causa mis sueños despierta, qué osadía ingrata que arrebata del mundo una pizca de fantasía- escribía en su diario Irene. -No podemos ser otro, ni queremos tal vez-.
La narrativa transcurre lentamente en un verano como tantos otros, las distancias, profundas e inevitables, no son más que reflejos de una realidad que no quiere verse al espejo.
Irene se reconoce como un personaje oscuro y a veces (cada vez más a menudo) cobarde. Mira y observa con un semblante que oscila entre lo misterioso y lo irritante. Todos de alguna manera somos contradictorios, pero ella victoriosamente se da cuenta de eso, a veces la aflige y a veces se resigna. Pero el saberse así implica una lucha de igual a igual contra uno mismo que casi siempre termina en empate y no hay nada más frustante que un miserable empate!. La derrota a lo mejor deja el consuelo de saberse valiente por haberlo intentado, sin embargo no es este el momento de entrar en discusiones si realmente es así o es cosa de kamikazes, pero en fin.

Entonces, el encuentro tan esperado ya no le llama la atención, tanta expectativa se desvaneció en un aire enrarecido. La espera agotó las posibilidades, y entonces se dió cuenta de que quizá sus anhelos no eran más que creaciones ilusas de un mundo que no existe. Si llegás a ver las relaciones tan estereotipadas y comprobar en qué grado no tienen espontaneidad, tal como ella creía, podriamos hasta caer en la desesperación. El arte del cortejo, las típicas conversaciones, las "respetables etapas" establecidas por esta moral occidental y cristiana a la que le encanta el oscurantismo, las telenovelas mexicanas y los chocolates suizos; es de locos quizás no dejarse sucumbir ante eso. Porque el alma de quien está enamorada de lo imposible, a quien le parece romántico cada intento vano, cada único encuentro furtivo se desvanece en el aire pues no es posible encontrar la eternidad en unos instantes y sin embargo es inevitable no intentarlo. En última instancia es cuestión de fe, caprichosa y desdichada que se empeña en insistir.

Más allá de que son necesarios una serie de sucesos extraordinarios que logren alinear el cosmos y dejar lugar a lo posible en actos, definitivamente, son sucesos extraordinarios, por los que uno usualmente espera y otros buscan constantemente. Es un dilema definir esta postura porque no se sabe hasta qué punto nuestra infima presencia puede representar un cambio en el universo que modifique el curso de la vida y detone así en algún suceso extraordinario, tanto en lo personal como para otros. Pero tampoco se está totalmente corroborado que el quedarse impavido ante la vida dé a lugar a los mismos de igual manera. Es menos angustiante y aterrador creer en el poder de nuestra acción en nuestro cúmulo de experiencias y expectativas, prefiero creer que algo hemos de definir para nosotros mismos.

No es para confundirse, reconocer lo contradictorio de los anhelos y las vivencias no implica que el destino sucumba en una bohemia depresiva, nada de ello. Irene disfruta su presente cada vez con menos melancolía, y un encuentro que ya no la invita indica que es hora de otro rumbo, momento de responder a otras llamadas.

Nota: no está acabado, es un borrador viejo y bastante malo. No obstante son cosas q uno pensó y escribió asíque forma parte de algun momento de mi vida y dado que había quedado estancado en el olvido sale pa' actualizar el blog...