Qué define que un colectivo genere tantas expectativas que llegue al punto de estremecer los cimientos, rebosando categorías cerradas que se han vuelto añejas?
Cómo no conmoverse?
Luego de muchos rodeos, espero expresar aunque sea vagamente, mis apreciaciones sobre las elecciones del CECSo y sobre la militancia (en mi caso ContraHegemonía) que parece haber logrado marcar un nuevo horizonte y espera estar a la altura de la historia para cumplirlo.
A veces pareciera que la práctica militante no es compatible con la alegría y emociones más románticas y uno se convierte en un otro dentro del ambito estudiantil. Sinceramente, se trata de anular estas percepciones producto de ciertas formas de militantes que abogan un racionalismo extremo que anula las prácticas y la fuerza con la que puede arremeter un movimiento. Confío en la construcción cotidiana cuyos horizontes se expanden día a día y no sólo por una conformación de un cuerpo teórico sino porque la experiencia misma define esta teoría en tan famosa relación: la dialéctica, que muchos dogmáticos del marxismo parecen haber olvidado. Han deificado una razón estatizando la complejidad y el dinamismo del pensamiento y la pluralidad de las complejas relaciones sociales (no sólo de producción). Definirse en un arco de posibilidades de acción e ir superando obstáculos, creciendo en vistas de un proyecto que tiene un sentido y por tanto está lleno de fe. Es la construcción de un hombre nuevo que se erige ante tantos elementos reificados y que lamentablemente en sociología se vuelven sentido común sociológico. Se enfrenta a pensamiento inerte, muerto y que petrifica todo lo que lo rodea.
Es una realidad que la dinámica de las sociedades modernas en la cual estamos inmersos presentan una discusión que no está saldada ni creo que lo vaya a estar en algún momento. Qué es lo que define una clase social hoy día o a una relación entre actores que se encuentran con diversa posesión de capitales en términos de Bourdieu y que vienen a enriquecer esta dicotomía de burgués/proletario (sin nunca perder de vista el trasfondo tanto más real de dominador/dominado). Cuándo, quiénes, cómo hemos de llegar a la revolución son cuestiones imposibles de predecir, la futurología y los astros son cuestiones que pertenecen a la magia, rituales y divinidades abstractas más ligadas a rituales que ciertas, una especie de culto sagrado por cuanto todo lo ajeno parece profano, material, superfluo. Lo que olvidan estos dogmáticos es que la humanidad reside mucho más en lo profano que en las recetas de la felicidad.
He hablado de Fe y sentido tanto para reivindicarlo como para condenar el sectarismo. Algo confuso quizá definir un proceso que busca no atarse a categorías estrechas. Tanto el debate sobre las prácticas como en el debate político. No es una cuestión de forma (aunque también la incluyo) sino de las nociones que nos marcan. La importancia de la independencia política es un eje nunca perdido de vista, como también la conciencia activa de reconocer que los viejos programas ya en nada nos sirven y buscan más diferenciarse que buscar lo común. No se trata de normalizar ni volverse un tibio diplomático sino de construir las bases que permitan resistir a una trinchera por demás bastardeada, por una universidad que se necesita con un movimiento estudiantil fuerte para que pueda dar sus luchar hacia fuera de la institución con fuerza y golpes certeros, estratégicos y definitorios.
Ahora bien, y un poco justificando estas reflexiones, cuando se trata de crear algo nuevo, uno, como sujeto colectivo, se enfrenta ante los límites tanto de la izquierda más dogmática como del mismo sistema que intenta anular toda práctica revolucionaria y contradictoria al capitalismo. Sólo que el capitalismo moderno no anula por exterminio de forma exclusiva sino también por anulación, absorción o contradicción al interior de estos espacios contra hegemónicos ( y en este punto, estos sectarios son tan funcionales al sistema!). Forma parte de lo que Marcuse denomina sociedades tecnológicas en su libro, el hombre unidimensional.
Aquí el desafío, porque si no pensamos a la Universidad como un campo o un espacio social que se eleve como trinchera, su misión es causa perdida. Si no podemos pensarnos como un actor social en cada ámbito en el que trabajamos, tenemos un grave limite. Si no nos conmovemos estamos condenados al fracaso, si no nos formamos estamos condenados a la manipulación, si no luchamos estamos condenados a muerte.
Esta es la apuesta a lo nuevo que tiene la responsabilidad y el deber de ser coherente y disputar contra todos aquellos sistemas e instituciones que van en contra del socialismo y las reivindicaciones latinoamericanas. La obligación de dar pelea desde la originalidad a viejos problemas que hoy tienen más actualidad que nunca. Son tiempos de refundar el centro, de reinventarnos como actor social y dejar atrás todos los post y neo (postmoderno, neomarxista, etc) que hacen referencia a una falta de originalidad y novedad, a una falta de fuerza que es imperativo conseguir.